viernes, 13 de abril de 2018

Viaje al imperio de China - Jan Potocki


Título: Viaje al imperio de China
Autor: Jan Potocki

Páginas: 143

Editorial: Laertes

Precio: 9,02 euros

Año de edición: 1998


Conocía a Jan Potocki como el autor de «Manuscrito encontrado en Zaragoza», una novela de aparecidos, íncubos y súcubos rocambolesca y divertida que me encanta. Pero no me imaginaba que había viajado por media Asia.

Así lo atestigua este libro, que recopila 16 cartas, 1 memoria y 1 comunicado que escribió entre 1805 y 1806, cuando recorrió Siberia, Mongolia y la periferia de China en un viaje al servicio del zar como jefe de una expedición científica. Potocki era un noble polaco, que escribía en francés, políglota y refinado, que se movía como pez en el agua en la corte rusa.

Aunque se quejó mucho de ese viaje, diciendo que era penoso y agotador para un hombre mayor como él, sólo tenía entonces 44 años y aguantó el peregrinaje por tierras inhóspitas a 30º bajo cero mejor que los veinteañeros que le acompañaban. Pero le interesaba dar la imagen de hombre cansado porque se estaba postulando como jefe de un Departamento asiático ruso en San Petersburgo y en estas cartas trata de demostrar lo bien que conoce la zona y la cantidad de ideas brillantes que se le ocurren sobre China.

No es, por lo tanto, un libro de viajes al uso, el autor se revela como un viajero observador y curioso, alejado del cliché y la postal orientalista, que sabe sacar conclusiones penetrantes y ofrece visiones sintéticas. Su posición oscila entre el viajero ilustrado que respeta y valora las culturas exóticas y el hombre práctico de negocios con una idea muy clara de cómo sacar rendimiento económico de aquellas gentes. Trata de convencer al belicoso zar de que le conviene más que conquistar, negociar y que China es la gran oportunidad de Rusia para servir de puente comercial entre occidente y oriente. El gran negocio del zar sería controlar el comercio con los chinos.

Sus ideas tenían sentido, pero el caso es que no lo consiguió. La burocracia china era ya terrible («En China no entran ni los gatos»), de hecho él no pudo penetrar en el país y se tuvo que contentar con pasear por el desierto de Gobi y la frontera china.
             
Mientras tanto, se ríe del embajador ruso en el Celeste Imperio, que trata de deslumbrar a los refinados chinos con lujo y distinción y nos ofrece visiones asombrosas de un continente prácticamente desconocido en Europa: las enormes grutas del Cáucaso; las minas donde trabajaban hombres forzados, marcados con un agujero en una aleta de la nariz, que se casaban y eran felices a pesar de todo; los ostiacos que comían pescado crudo, se bebían su sangre, se bañaban en su grasa y apenas se diferenciaban de las nutrias con las que convivían; los colmillos de mamut y las enormes osamentas enterradas en la nieve siberiana; la temible peste siberiana; los habitanes de los bosques que llevaban máscaras negras de crin para defenderse de unos mosquitos diimnutos que atacaban ojos, nariz y boca; la biblioteca china de Klaproth; los mapas jesuitas de Tartaria; los métodos astronómicos para determinar la posición; la pureza del cielo de Mongolia; recomendaciones sobre cómo tratar a los embajadores y funcionarios chinos... y mil cosas más sintetizadas en un vertiginoso resumen.

Este polaco ilustrado nos da la visión de un economista, que en todo ve negocio, lo que supone una descripción interesante de la situación en aquellos años, ofrece ideas diferentes y, en cualquier caso está plagado de detalles curiosos, como los mencionados. 

Al final incluye una lista de temas para que investigue el próximo viajero que siga con la misión de explorar China y nuestro amigo se retira discretamente.

Un libro de viajes diferente, resumido, certero y muy interesante, que trata de que Europa se haga una idea más ajustada a la realidad de toda esa enorme zona. Una obra estupenda.
      
Jan Potocki (Pików, 1761-1815) fué un noble, historiador y novelista polaco. Nació en una acaudalada familia de la nobleza polaca, descendiente de judíos askenazies. Tuvo una sólida educación por medio de preceptores y a los 12 años viajó a Ginebra y Lausana para completar su formación.

Al volver a Polonia inició la carrera militar, como todos los nobles polacos, pero la abandonó pronto para dedicarse a sus dos grandes pasiones: los viajes y el conocimiento. Aprendió lenguas clásicas y casi todas las lenguas europeas. Viajó por toda Europa, por Marruecos, Siberia y China

Finalmente se retiró a su Polonia natal. La derrota de Napoleón en Waterloo configuró una nueva Europa en la que parecía que no cabía una Polonia independiente y fuerte, lo que junto a unas fiebres reumáticas, le sumió en una depresión y acabó suicidándose con una bala de plata que él mismo había limado a partir del asa de un azucarero. Escribió libros de viajes, de historia, obra de teatro, ensayos y una única novela sobre demonios y aparecidos, el mencionado y famoso «Manuscrito encontrado en Zaragoza». Algún día tendremos que hablar de él.

Jan Potocki

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario